Todos queremos estar ahí. Es la fecha en que los integrantes de la patria futbolera quieren ver a Messi gambeteando a todos y dándole un pase a la red. Para gritar, emocionarse, y sentirse feliz al menos por un rato. Pero el Mundial Sudáfrica 2010 se vive día a día. No es sólo una pelota de fútbol. Es pasión, es comunicación, es negocio, también. Es identidad, compromiso, respeto y también violencia. Se vive en la calle pero también en los medios. Y mucho mas en las plataforma tecnológicas. La cátedra de Periodismo Deportivo de 4 año de la UAI Rosario te invita a participar, soñar a pensar juntos que significa un Mundial de Fútbol para nuestro país. El silbato acaba de sonar.

martes, 6 de julio de 2010

Infierno y paraíso


Nos volvimos a casa, y nos dolió mucho. Pero nos dolió más en el orgullo que en el corazón.
El fracaso le duele a cualquiera, pero a nosotros más, por ese incontenible impulso que tenemos de digitar todo lo que pasa. En este sentido, los argentinos tenemos una manera contradictoria de actuar. Comenzamos por el final, para llegar al principio.


Considerando lo difícil que fue para nuestra selección la etapa de eliminatorias, aseguramos que nuestro paso por la copa del mundo sería un fracaso, la crónica de una muerte anunciada. A pocos días de iniciado el mundial, y con apenas tres triunfos encima, ya éramos los nuevos campeones del mundo. Así de sencillo, sin mediar análisis, ni reflexión, ni autocrítica, ni “mea culpa”…


El resultado favorable del partido frente a México nos ayudó a reforzar, más que la ilusión, lo irracional de nuestras predicciones. Apenas siete días después, nos despedíamos del sueño mundial con una derrota más que aplastadora. Y tan fácil como nos ganaron, así mismo se dieron vuelta nuestras opiniones: que la derrota era previsible, que nunca habíamos tenido una estrategia, que éramos una mezcla forzada de buenas individualidades pero nada de equipo…sólo por mencionar algunos de los tantos cometarios que escupimos casi sin respirar durante las 24 horas posteriores al partido del sábado.


Con el diez de la selección, Lionel Messi, hicimos algo parecido. Antes que pusiera un pie en el césped del mundial, ya le habíamos colgado la medalla de goleador, como un deber que tenía que cumplir. No sabíamos qué iba a pasar, ni siquiera teníamos grandes antecedentes de su figura en contiendas como estas. Y Messi…Messi no goleó. Y entonces le sacamos la medalla y con el dedo acusador le dijimos que su desempeño en el mundial había sido un fracaso, porque no cumplió con el objetivo que nosotros le fijamos de antemano. ¡Y hasta nos atrevimos a decirle que era menos argentino!


Con Diego Maradona, otro tanto. No es mi ánimo hacer su defensa ni mucho menos, pero admito que nuestro trato hacia él es casi esquizofrénico. Tan pronto lo elevamos como lo defenestramos.
Cuando asumió como director técnico de la selección, anticipamos que sería un fiasco. Cuando comenzamos con buena racha la primera ronda del mundial, aseguramos que su mística de campeón nos iba a llevar a la final. Mientras ganamos, le dijimos sí a la motivación. Cuando perdimos, dijimos que el exceso de motivación y la falta de estrategias nos habían llevado a la ruina. Nos quejamos de la “Maradona-dependencia” de esta sociedad como si fuera un inyectable que nos propinaron mientras dormíamos. ¿Dónde estábamos mientras tanto?


Ni una culpa, ni una responsabilidad nos rozan. Vamos tras el protagonismo de “opinólogos” sin evaluar nuestras propias contradicciones. Sabemos que la pasión futbolera, como todas las pasiones, tiene poco de racional. Y por eso es lógico y comprensible el frenesí a la hora de hablar de estas cosas. Lo importante es saber desde qué lugar lo hacemos y no intentar elevar el tono de nuestras opiniones a verdades dogmáticas. En estos días, escuché a un oyente de radio decir que “Maradona es el ídolo enfermo de una sociedad enferma”… ¿no será mucho?


Por: Lucia Lalli.

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